LA NAVIDAD DE LOS PAJARITOS (cuento navideño)

>> lunes, 9 de noviembre de 2009


Era la época de Navidad, las casas del pueblo estaban adornadas con luces de colores que alegraban el paisaje. En un árbol, casi a la salida del pueblo, una familia de pajaritos, el padre, la madre y sus tres hijitos, se apretujaban unos a otros para calentarse.
- Debimos emigrar como los demás, ahora ya es muy tarde, nos moriríamos de frío si volamos a tan gran distancia- dijo Matías, el padre.
- Nos moriremos de frío igual en este árbol- dijo Catalina, la madre.
- Es que ustedes, por estar siempre discutiendo, no pusieron atención cuando se fueron los demás- dijo Pepito, el hijo mayor.
- Sí papá, tú tienes la culpa porque siempre te estás quejando de todo lo que mamá hace...que el nido no está bien acomodado, que a las lombrices les falta sazón, que esto, que lo otro...- dijo Paquito, el hijo más pequeño.
- No es tiempo para lamentaciones, hay que pensar cómo sobrevivir aquí- dijo Bernardita, la hija.
- Yo creo que hay que buscar la manera de meternos a esa casa- dijo Catalina- mirando hacia la casa que estaba más cerca del árbol.
- ¡Pero tú estás loca, cómo piensas que nos vamos a meter a la casa de los humanos, ellos tienen un perro, nos comería!- dijo Matías y empezaron a discutir nuevamente.
- ¡Ya cállense!...Papá, mamá, no van a solucionar nada discutiendo, yo creo que mamá tiene razón, es nuestra única oportunidad de vida, refugiarnos dentro de esa casa- dijo Bernardita.
- Sí, podemos buscar un escondite en ese lugar donde ellos meten esa cosa grande donde se suben para que los lleve adonde quieran. Allí solo entran cuando se suben a esa cosa...-dijo Paquito.
- ¡Qué tonto eres, ese lugar se llama cochera y esa cosa que dices, se llama automóvil. Como ellos no saben volar, tienen que usar eso cuando necesitan ir lejos de su casa- Dijo Pepito.
- Está bien, genio, y ¿cómo piensas tú llegar allá sin que nos vea el perro?- dijo Paquito
- Es fácil, lo hacemos cuando esté dormido en su casita- dijo Pepito.
- Pero hay un pequeño problema- dijo el padre- ¿alguien ha pensado de qué nos alimentaremos en esa cochera?- Todos se quedaron callados.
- Pues esa es tu responsabilidad- dijo la madre y comenzaron otra vez a discutir.
- ¡Yaaaaa! Hay que estar unidos en esto, sin discutir- dijo Bernardita- en la cochera no encontraremos alimento, pero dentro de la casa sí. Nos turnaremos para ir en busca de comida cada día- al oirla, los demás se llenaron de miedo.
- ¡Imposible, dentro de la casa nos verán y lo que es peor, nos verá el perro y nos almorzará!- dijo Catalina- En esos momentos, vieron que llegaba el auto y se estacionaba frente a la casa. Se quedaron muy sorprendidos porque encima del vehículo llevaban un árbol, un bello pino. Salieron los niños del carro y brincaban felices alrededor del pino mientras su padre lo arrastraba hacia la casa. Entonces Matías exclamó:
- ¡Es el momento!
- ¿¿¿Para qué???- dijeron todos al unísono.
- Es nuestra oportunidad para entrar en la casa ¿no?...¡Síganme!- dijo y salió volando hacia el pino. A los demás no les quedó más remedio que seguirlo. Se ocultaron entre las ramas del pino y esperaron. El papá de los niños puso el pino en medio de la sala y la mamá sacó esferas brillantes y guirnaldas de colores de una caja y empezó a ponerlas en las ramas. La familia de pajaritos, en lo más profundo de las ramas, acurrucados unos junto a otros, con el corazoncito latiéndoles a todo lo que daba, permanecían inmóviles para no ser vistos. Terminaron de adornar el árbol y se sentaron a admirarlo, después, se fueron a cenar y desaparecieron de la vista de los pajaritos.
- ¡Uf, por fin- dijo Pepito- ¡nunca había pasado un susto como éste!
- ¡Tú tienes la culpa de todo!- dijo Catalina, dirigiéndose a Matías- ¡Podíamos haber sido descubiertos, nos pondrían en jaulas y ya jamás saldríamos de aquí!
- ¡Fue tu idea la de venir a la casa!- replicó Matías.
- ¡Ya van a empezar...!- exclamó Bernardita- No empiecen a discutir ahora, tenemos que quedarnos en silencio, no nos vayan a oir- La tarde transcurrió tranquila, hasta que llegó la noche y la señora se acercó al pino y en seguida se encendieron unas luces de colores que los cegaron. Después de un rato, todos los habitantes de la casa se fueron a dormir. Los pajaritos asomaron sus cabecitas por entre las ramas, parpadeando. Matías voló un poco por la habitación y desapareció tras una puerta. Llegó casi en seguida diciendo:
- ¡Vengan, hay comida aquí!- Volaron hacia donde él indicaba, era la cocina de la casa. Habían unas cuantas migajitas sobre un mueble y dieron cuenta de ellas. Ya satisfechos volvieron al pino.
- ¡No podremos dormir con tantas luces, a quién se le ocurre llenar de luces un árbol!- exclamó Catalina.
- ¿Por qué hacen eso papá?- preguntó Paquito, el pequeño.
- Una vez, cuando yo era niño, un viejo búho me dijo que los humanos celebran algo que se llama Navidad y ponen un pino como éste dentro de sus casas y adornan todo con luces y se dan regalos unos a otros...
- Pero ¿qué es la Navidad?- interrumpió Paquito.
- El viejo búho me contó que hace muuuuchos años, nació en una tierra muuuuy lejana, un niño...Este niño nació en un pesebre, sobre la paja y en medio de los animales, porque sus padres, que venían de lejos, no encontraron un lugar mejor donde quedarse esa noche. Este nacimiento era algo muy importante para los hombres, era algo que muchos estaban esperando, porque ese niño era alguien muy especial...
- ¿Quién era, papá?- preguntó el pequeño.
- Ese niño era Jesús, el Hijo de Dios, el Creador de los humanos y también nuestro Creador.
- ¡Ohhhhhh!- respondió Paquito muy impresionado.
- Sí hijo, El venía a nacer en la tierra como uno más de los hombres y ¿sabes para qué vino a nacer en la tierra?....para que los hombres pudiesen ir al cielo. El niño creció y se hizo hombre y enseñó a los demás a ser buenos y a amarse unos a otros. Pero a pesar de que solo hizo cosas buenas y además sanó a mucha gente de sus enfermedades y hasta devolvió la vida a algunos que ya se habían muerto...ellos lo mataron...lo clavaron en una cruz.
- ¡Qué malos son los hombres, papá!- respondió Paquito.
- Los que mataron a Jesús eran hombres que no creían en El ni en sus enseñanzas...pero El murió por toda la humanidad, por todas las cosas malas que todos los hombres hacen, porque no existe ninguno de ellos que alguna vez no haya hecho algo malo.
- Mientras más conozco a los hombres, más contenta estoy de ser un ave- dijo Catalina.
- Entonces la Navidad es el cumpleaños de Jesús- dijo Paquito.
-Así es, hijito- respondió Matías.
Al día siguiente hubo mucha actividad en la casa. De la cocina salían aromas deliciosos y todos estaban muy contentos. Esa noche, era Nochebuena y hacían los preparativos. Al anochecer, llegaron invitados y reunidos, todos cantaron villancicos. Después se fueron al comedor a disfrutar de la cena. Los pajarillos esperaron pacientemente a que se fueran todos y apagaran las luces. Salieron de su escondite y volaron hacia la cocina.
- ¡Qué banquete!- exclamó Pepito- Habían dejado todo sin lavar y había muchas migajas y otros manjares a su disposición, por todas partes. Todos se avalanzaron a comer, hasta que se sintieron reventar y regresaron al pino. En la madrugada, Paquito se sintió enfermo, Catalina muy preocupada despertó a Matías. Paquito se veía muy mal.
- Este niño comió demasiado, ha de tener una fuerte indigestión- comentó Matías.
- ¿Qué te duele hijito?- preguntó Catalina.
- Me duele mucho mi pancita mamá- dijo Paquito. Su pequeño cuerpecito se retorcía por el dolor y así estuvo por unos momentos, hasta que ya no se movió más.
- ¡Paquito!- gritó Catalina- ¡Hijito, despierta!- Matías comprendió que su pequeño Paquito ya no despertaría jamás.
- ¡Es tu culpa por dejarlo comer tanto!- gritó Catalina, entre sollozos.
- Mamá, papá... ¿aun en estos momentos no pueden dejar de discutir?- dijo Bernardita con lágrimas en los ojos. Catalina y Matías se abrazaron y se pidieron perdón. Comprendieron que no valía la pena discutir, que solo entristecían a sus hijos. Debían permanecer unidos y en paz, porque esa tragedia les enseñaba que no se sabía cuánto tiempo podrían estar juntos. Se quedaron junto al cuerpecito inerte de Paquito toda la noche. No sabían qué hacer, solo sabían que no querían separarse de él. Así permanecieron hasta que les venció el sueño.
A la mañana siguiente, Bernardita se despertó sobresaltada, había tenido un sueño en donde veía a Paquito en las manos de un hombre de aspecto muy bondadoso y cuyos cabellos despedían una luz muy brillante. Paquito piaba feliz en las manos de aquel hombre y éste lo acariciaba con mucha ternura... pero solo era un sueño. Bernardita recordó la triste realidad, no quiso mirar hacia donde se encontraba su hermanito. No quería verlo así, inmóvil, quería recordarlo como en aquel sueño, tan vivo y tan contento. Cerró los ojos. De pronto sintió un roce suave en sus plumas y luego escuchó una risita. Al instante abrió los ojos y vio a Paquito tal como lo vio en su sueño. Pensó que volvía a soñar, pero entonces oyó la voz de su mamá:
- ¡Paquito! ¡Estás bien, estás vivo! Matías, Pepito, Bernardita, Paquito está vivo!- Todos se pusieron tan contentos que casi se caen del árbol. Nadie podía explicarse cómo era que Paquito estaba otra vez sano y piando feliz de la vida. Bernardita pensó en el hombre de su sueño y se quedó muy pensativa. ¿Sería aquel hombre ese Jesús del que había hablado su padre, que sanaba enfermos y volvía a la vida a los hombres? ¿Lo haría también con los pájaros? Bernardita no dijo nada, pero en todo ese día de Navidad no pudo dejar de pensar en esto. Fuera lo que fuera, Paquito estaba otra vez con ellos y sus papás ya no discutían. Eran una familia feliz y todo le parecía maravilloso. Desde entonces, la familia de pajaritos celebró cada año la Navidad, igual que los humanos, en memoria de que su pequeño hijito había vuelto a nacer.

Angélica García Sch.





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