Historias para reflexionar SAN JUAN 22
>> sábado, 22 de enero de 2011
Hace mucho tiempo, en un pueblo lejano, había un hombre que gozaba de un puesto de influencia dentro del gobierno, era asistente del alcalde. Este hombre codiciaba una hermosa mujer, esposa de un granjero del lugar. Envidiaba tanto al granjero, que trataba de hacerle la vida imposible. Pensaba que al volverse pobre el granjero, su mujer lo dejaría y él tendría el camino abierto, así que sobornaba a los dueños de las tiendas para que no compraran huevos de sus gallinas ni leche de sus vacas, así como tampoco lechugas ni tomates de sus cosechas. El granjero ignoraba el motivo por el cual los lugareños le hacían el feo, no se explicaba por qué tanto rechazo. La mujer del granjero había permanecido callada, pero como toda mujer, se daba cuenta cuando los ojos de un hombre la codiciaban. Aquel hombre, el asistente del gobernador, odiaba a su marido porque tenía lo que él no podía tener. Cada vez que se cruzaban con este hombre, ella podía notar su mirada y desviaba la suya con desprecio y el hombre se enfurecía cada vez más con el pobre granjero.
Una noche, pensando en cómo quitar de su camino al granjero, al hombre se le ocurrió tenderle una trampa. Haría que lo culparan de algo muy grave para que lo sentenciaran a muerte. Al día siguiente, se puso a maquinar su plan. El peor de los crímenes y que tenía por castigo la muerte, era el asesinato, pero ¿cómo hacer que el granjero asesinara a alguien...? Después de pensarlo un par de horas, decidió que lo invitaría al bar y allí haría que se emborrachara para que perdiera la cordura. La otra parte del plan sería contratar a un pobre inocente para que con la promesa de una buena cantidad de dinero, provocara al granjero y lo hiciera enojar mucho, claro que el inocente no sabría que sería usado como anzuelo y estaría en riesgo de perder la vida.
El granjero se sorprendió por la invitación del asistente del alcalde y aunque no gustaba de beber, se sintió obligado a aceptarla, ya que era muy respetuoso de las autoridades. Ya en el bar, el asistente lo obligó a beber más y más y el granjero no sabía cómo negarse. Entonces, cuando el pobre estaba casi perdiendo el sentido, apareció el hombre contratado por el asistente y empezó a insultarlo. El granjero estaba sintiéndose tan mal que no prestaba atención a lo que el otro le decía, así que el malvado asistente le dijo en secreto al hombre que le gritara los insultos. La voz del hombre se oía en todo el bar y llamaba la atención de los demás, pero el granjero estaba en otro mundo. El asistente empezó a enfurecerse al ver que su plan estaba fracasando y más porque iba a tener que darle el dinero prometido a su cómplice. Entonces le dijo al hombre que se acercara al granjero y le dijera todo eso al oído, porque "era obvio que no escuchaba bien". Y al acercarse el infortunado, él sacó un cuchillo de su bolsillo y se lo clavó en el estómago. Inmediatamente comenzó a gritar una y otra vez:
- ¡El granjero ha matado a este hombre, vean todos!" - Los otros pensaron que había sido una reacción lógica del granjero ante los insultos del difunto y algunos comentaron:
- "El se lo buscó"-. Por último el asistente intentó sacar el cuchillo de la herida, para justificar sus huellas allí y su plan estaba consumado. El granjero fue puesto tras las rejas, en espera de su sentencia.
Antes del juicio, la mujer del granjero se presentó en el despacho del asistente del alcalde. Este, estaba maravillado, no podía creer que ella lo buscara. La mujer comenzó a hablar con una voz que a ratos se quebraba por el llanto:
- Yo le vengo a suplicar que no testifique en contra de mi marido, él es un buen hombre, ¡no puede haber cometido ese crimen, debe haber un error!- Astutamente el malvado urdió una treta para quedar bien con ella, pero al mismo tiempo, salirse con la suya, es decir eliminar de este mundo al granjero. Aparentó conmoverse y le prometió que haría todo lo posible para salvarle la vida a su esposo.
La mañana en que se llevaría a cabo el juicio, el asistente habló con el juez del pueblo, amigo del alcalde y de él mismo y le dijo:
- Soy el testigo principal y me encuentro en un serio aprieto. Yo ví con mis propios ojos cómo el granjero enterró el cuchillo en el cuerpo del pobre e infeliz difunto. Pero, hace unos días, fue a verme su mujer y me suplicó llorando que no testificara en contra de él. Antes que nada, soy un ciudadano honorable y cumplido y sé que es mi deber testificar lo que ví, pero tengo que confesarte que esa mujer me trae loco y no quiero quedar mal con ella, cuando muera el granjero, pienso pedirle matrimonio, entonces se me ha ocurrido que quizá tú pudieras ayudarme para que se haga justicia, pero no quede yo como un insensible, porque si así es, nunca me aceptará..."
- ¿Y qué es lo que propones?
- Cuando yo testifique, diré que ví el crimen que cometió el granjero, pero que no creo que merezca la muerte, porque no estaba en sus cinco sentidos. Te pediré que lo indultes, entonces tú dirás que no importa cómo se encontrara, es culpable, pero tomando en cuenta la petición de una persona tan importante, es decir de mí, le darás una oportunidad...
- ¿Y cuál será esa oportunidad?
- Le dirás que le perdonarás la vida si recita de memoria un capítulo entero de la Biblia, ¡es más que seguro que no podrá hacerlo! Y como tienes una Biblia ahí en el tribunal, podrás verificar en el acto que no pudo cumplir con la condición, así que tendrás que condenarlo. Que ella vea que se le dio una oportunidad al infeliz, gracias a mí, pero si el tonto de su marido no la aprovechó... eso no será mi culpa ni la tuya. He pensado en todo.
- Mmmm, es una buena idea, pero ¿qué parte de la Biblia le digo que recite?
- ¡Cualquiera!... puede ser el capítulo mmm... 22 de mmm... ¡del evangelio de San Juan!, sí, ese mismo- dijo muy satisfecho de su inteligencia.
Llegada la hora, el asistente pasó al estrado y declaró exactamente lo planeado, a lo cual el juez siguió con su parte y al final, dirigiéndose al granjero, le dijo, enseñándole la Biblia:
- Le voy a dar una oportunidad, gracias a que el señor asistente del alcalde ha tenido a bien abogar por usted, le perdonaré la vida con una condición: recítenos de memoria el capítulo 22 del evangelio de San Juan- el granjero se quedó callado y muy confundido. El asistente reía para sus adentros, estaba saliendo mejor de lo que esperaba. Entonces el granjero dijo:
- No puedo recitarle el capítulo 22 de San Juan...
- Lo siento mucho, ha perdido su oportunidad, tendré que sentenciarlo a la horca...- declaró el juez y el granjero le interrumpió:
- Espere, ¡no puedo recitarle el capítulo 22 del evangelio de San Juan, simplemente porque no existe!- El juez, muy contrariado, pidió que le trajeran la Biblia y comprobó que eso era verdad, lanzó una mirada furiosa hacia el asistente, ya que por su culpa había sido avergonzado delante de todos, así que en venganza, indultó al granjero.
La corrupción es uno de los peores males de la humanidad, en toda época y lugar. Los individuos que abusan de su autoridad para beneficiarse a sí mismos, cometiendo toda clase de injusticias contra sus semejantes, al final recibirán su recompensa. Todo lo que se siembra, se cosecha. Nadie puede escapar de la justicia divina.
"Porque Dios pagará a cada uno según lo que merezcan sus obras» Romanos 2:6 NVI
Angélica García Sch.
Una noche, pensando en cómo quitar de su camino al granjero, al hombre se le ocurrió tenderle una trampa. Haría que lo culparan de algo muy grave para que lo sentenciaran a muerte. Al día siguiente, se puso a maquinar su plan. El peor de los crímenes y que tenía por castigo la muerte, era el asesinato, pero ¿cómo hacer que el granjero asesinara a alguien...? Después de pensarlo un par de horas, decidió que lo invitaría al bar y allí haría que se emborrachara para que perdiera la cordura. La otra parte del plan sería contratar a un pobre inocente para que con la promesa de una buena cantidad de dinero, provocara al granjero y lo hiciera enojar mucho, claro que el inocente no sabría que sería usado como anzuelo y estaría en riesgo de perder la vida.
El granjero se sorprendió por la invitación del asistente del alcalde y aunque no gustaba de beber, se sintió obligado a aceptarla, ya que era muy respetuoso de las autoridades. Ya en el bar, el asistente lo obligó a beber más y más y el granjero no sabía cómo negarse. Entonces, cuando el pobre estaba casi perdiendo el sentido, apareció el hombre contratado por el asistente y empezó a insultarlo. El granjero estaba sintiéndose tan mal que no prestaba atención a lo que el otro le decía, así que el malvado asistente le dijo en secreto al hombre que le gritara los insultos. La voz del hombre se oía en todo el bar y llamaba la atención de los demás, pero el granjero estaba en otro mundo. El asistente empezó a enfurecerse al ver que su plan estaba fracasando y más porque iba a tener que darle el dinero prometido a su cómplice. Entonces le dijo al hombre que se acercara al granjero y le dijera todo eso al oído, porque "era obvio que no escuchaba bien". Y al acercarse el infortunado, él sacó un cuchillo de su bolsillo y se lo clavó en el estómago. Inmediatamente comenzó a gritar una y otra vez:
- ¡El granjero ha matado a este hombre, vean todos!" - Los otros pensaron que había sido una reacción lógica del granjero ante los insultos del difunto y algunos comentaron:
- "El se lo buscó"-. Por último el asistente intentó sacar el cuchillo de la herida, para justificar sus huellas allí y su plan estaba consumado. El granjero fue puesto tras las rejas, en espera de su sentencia.
Antes del juicio, la mujer del granjero se presentó en el despacho del asistente del alcalde. Este, estaba maravillado, no podía creer que ella lo buscara. La mujer comenzó a hablar con una voz que a ratos se quebraba por el llanto:
- Yo le vengo a suplicar que no testifique en contra de mi marido, él es un buen hombre, ¡no puede haber cometido ese crimen, debe haber un error!- Astutamente el malvado urdió una treta para quedar bien con ella, pero al mismo tiempo, salirse con la suya, es decir eliminar de este mundo al granjero. Aparentó conmoverse y le prometió que haría todo lo posible para salvarle la vida a su esposo.
La mañana en que se llevaría a cabo el juicio, el asistente habló con el juez del pueblo, amigo del alcalde y de él mismo y le dijo:
- Soy el testigo principal y me encuentro en un serio aprieto. Yo ví con mis propios ojos cómo el granjero enterró el cuchillo en el cuerpo del pobre e infeliz difunto. Pero, hace unos días, fue a verme su mujer y me suplicó llorando que no testificara en contra de él. Antes que nada, soy un ciudadano honorable y cumplido y sé que es mi deber testificar lo que ví, pero tengo que confesarte que esa mujer me trae loco y no quiero quedar mal con ella, cuando muera el granjero, pienso pedirle matrimonio, entonces se me ha ocurrido que quizá tú pudieras ayudarme para que se haga justicia, pero no quede yo como un insensible, porque si así es, nunca me aceptará..."
- ¿Y qué es lo que propones?
- Cuando yo testifique, diré que ví el crimen que cometió el granjero, pero que no creo que merezca la muerte, porque no estaba en sus cinco sentidos. Te pediré que lo indultes, entonces tú dirás que no importa cómo se encontrara, es culpable, pero tomando en cuenta la petición de una persona tan importante, es decir de mí, le darás una oportunidad...
- ¿Y cuál será esa oportunidad?
- Le dirás que le perdonarás la vida si recita de memoria un capítulo entero de la Biblia, ¡es más que seguro que no podrá hacerlo! Y como tienes una Biblia ahí en el tribunal, podrás verificar en el acto que no pudo cumplir con la condición, así que tendrás que condenarlo. Que ella vea que se le dio una oportunidad al infeliz, gracias a mí, pero si el tonto de su marido no la aprovechó... eso no será mi culpa ni la tuya. He pensado en todo.
- Mmmm, es una buena idea, pero ¿qué parte de la Biblia le digo que recite?
- ¡Cualquiera!... puede ser el capítulo mmm... 22 de mmm... ¡del evangelio de San Juan!, sí, ese mismo- dijo muy satisfecho de su inteligencia.
Llegada la hora, el asistente pasó al estrado y declaró exactamente lo planeado, a lo cual el juez siguió con su parte y al final, dirigiéndose al granjero, le dijo, enseñándole la Biblia:
- Le voy a dar una oportunidad, gracias a que el señor asistente del alcalde ha tenido a bien abogar por usted, le perdonaré la vida con una condición: recítenos de memoria el capítulo 22 del evangelio de San Juan- el granjero se quedó callado y muy confundido. El asistente reía para sus adentros, estaba saliendo mejor de lo que esperaba. Entonces el granjero dijo:
- No puedo recitarle el capítulo 22 de San Juan...
- Lo siento mucho, ha perdido su oportunidad, tendré que sentenciarlo a la horca...- declaró el juez y el granjero le interrumpió:
- Espere, ¡no puedo recitarle el capítulo 22 del evangelio de San Juan, simplemente porque no existe!- El juez, muy contrariado, pidió que le trajeran la Biblia y comprobó que eso era verdad, lanzó una mirada furiosa hacia el asistente, ya que por su culpa había sido avergonzado delante de todos, así que en venganza, indultó al granjero.
La corrupción es uno de los peores males de la humanidad, en toda época y lugar. Los individuos que abusan de su autoridad para beneficiarse a sí mismos, cometiendo toda clase de injusticias contra sus semejantes, al final recibirán su recompensa. Todo lo que se siembra, se cosecha. Nadie puede escapar de la justicia divina.
"Porque Dios pagará a cada uno según lo que merezcan sus obras» Romanos 2:6 NVI
Angélica García Sch.
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