NO SE ACEPTAN VISITAS

>> sábado, 22 de enero de 2011


Vayamos a la Escritura a un pasaje que se encuentra en el Evangelio de Lucas 9, de los versículos 51 al 56. Este pasaje nos habla acerca de que se acercaba la hora de que Jesús regresaría al cielo y El se dirigía a Jerusalén con voluntad de hierro. Envío mensajeros a reservar habitaciones en una aldea de samaritanos.
Se dice que los judíos llamaban "mestizos" a los samaritanos y que éstos no se trataban entre sí, como se afirma en Juan 4:9. Pero ya desde lo escrito por Esdras (4: 1-5) y por Nehemías (4: 1-2) nos podemos dar cuenta de que la enemistad entre judíos y samaritanos era ancestral, profundamente arraigada en ambos. Cabe mencionar esto porque así se entiende mejor el que los samaritanos no hayan querido ofrecerles hospedaje a los discípulos, ni siquiera a Jesús. Ellos no querían tener nada que ver con individuos que fueran en camino a Jerusalén.
¡Qué cosa tan tremenda! ¿Cómo es posible que alguien le niegue albergue al Hijo de Dios? ¡Ya es el colmo! Pero, volvamos a nuestra época actual. Hay millones de personas que no quieren nada con Jesús; algunos nunca han oído Su glorioso nombre y otros lo han ignorado, porque lo espiritual les incomoda. Y tu, apreciado lector(a), ¿hoy hospedarías a Jesús en tu corazón como Rey y Salvador? O ¿solo le permites interactuar contigo cada Domingo? ¿Consideras que aprender más de Cristo te obligaría a renunciar a cosas que te son placenteras o a fuertes tradiciones? Te sugiero que no seas como los samaritanos en ese tiempo, quienes pudiendo gozar de la presencia del Redentor, no supieron valorar, ni quisieron trascender el odio generacional contra los judíos. ¿A caso hay alguien a quien no has podido perdonar? El rencor y el miedo a ser lastimados pueden impedir que abramos nuestro corazón a Dios y a los demás. ¡Pero les puedo asegurar que vale la pena! Tener al Autor de la Vida en nuestro corazón es el comienzo de una gran aventura! Si, créanme que es algo que cambia nuestra existencia para siempre, Jesús puede encontrar la forma de obrar en cada vida. Solo tienes que permitírselo.
Cerrar las puertas de nuestro corazón solo nos trae soledad y amargura. Los samaritanos perdieron esa oportunidad de ser sanados, de ser restaurados, de ser consolados por la única Persona capaz de hacerlo a la perfección.
Pero dejemos a un lado los milagros. Su compañía y acerca-miento a nosotros cambia nuestra existencia porque "en Su Presencia hay plenitud de gozo, delicias a Su diestra para siempre" Salmo 16:11. Te pido, amable lector, que atiendas el llamado de Jesús. El quiere quedarse contigo, es más, El anhela vivir contigo (Santiago 4:5), con tu familia; acompañarte cuando te sientas solo, y brindarte ayuda y respaldo cuando más lo necesites. ¿Qué razón habría para hacer a un lado a Jesús?
Tal vez no te quieres com-prometer, tal vez vives muy a gusto así, pensando que un rato religioso es suficiente. Tengo que decirte que se necesita una común unión, o lo que es lo mismo, una comunión espiritual íntima con el Dios Trino de la Biblia. Considéralo.
Déjame decirte que Jesús siempre tiene lugar para ti en Su amor, por eso murió con los brazos extendidos, esperándote a ti para abrazarte y consolarte cuando te acercas a Él y le confías tu vida.

¡Jesucristo nunca te rechazará!
Pero tú, por favor, no lo rechaces a Él.
Bendiciones
Judith E. Patiño

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