Pag. pastoral LO QUE LE CORRESPONDE HACER AL ESPIRITU

>> sábado, 22 de enero de 2011


En la maravillosa estrategia de Dios para recuperar lo suyo, ya hemos estudiado qué parte le corresponde hacer al Padre y cuál al Hijo. Hoy estudiaremos la parte que le corresponde hacer al Espíritu Santo. No olvidemos que el Espíritu Santo es Dios mismo, por lo tanto, podemos decir con propiedad que Dios está con nosotros y en nosotros a través del Espíritu Santo.

EL FUNCIONARIO DIVINO QUE VINO A INAUGURAR LA OBRA
“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí”. Hch. 1: 4

El Pentecostés que inició en el Aposento Alto en Jerusalén marca el inicio de la iglesia cristiana; fue su inauguración. Para un acontecimiento tan relevante como éste, tuvimos la visita de un funcionario celestial que vino a inaugurar la iglesia, el Espíritu Santo; pero, a diferencia de los funcionarios que inauguran una obra y se van (La mayoría de las veces para no volver nunca), este funcionario divino no solo se quedó después de la inauguración, sino que vive con, y en nosotros, y ya no se separará jamás de la iglesia, la novia del Cordero.

I. EL ESPIRITU SANTO ES EL QUE DA VIDA ESPIRITUAL
“El espíritu es el que da vida:…”. Jn. 6: 63
Vida, es una palabra que describe perfectamente la Obra del Espíritu Santo:
1. ES QUIEN DIO VIDA A JESUS EN EL VIENTRE DE MARIA
El Espíritu Santo fue quien engendró a Jesús en su nacimiento humano. María fue la madre de Jesús, pero José no fue su padre, ya que, como el ángel le dijo: “no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.
2. ES QUIEN HIZO NACER A LA IGLESIA EN EL APOSENTO ALTO.
Jesús les dijo a sus discípulos que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre . Esta Promesa a la que se refiere Jesús es la que el Padre había hecho por boca del profeta Joel “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne…” Joel 2:28 a. La Iglesia cobró vida en Pentecostés por el derramamiento del Espíritu Santo, sin El, jamás hubiese existido la iglesia.
3. ES QUIEN LE DA VIDA ESPIRITUAL AL CREYENTE.
Jesús le dijo a Nicodemo que le era necesario nacer de nuevo; ese nuevo nacimiento es Obra del Espíritu Santo en el creyente. Cuando el pecador confiesa sus pecados y recibe a Jesús en su corazón, el Espíritu Santo le da vida espiritual, y así es que podemos decir que “si alguno está en Cristo nueva criatura es”. Los que antes, estábamos muertos en nuestros delitos y pecados hemos recibido nueva vida espiritual.

II. EL ESPIRITU SANTO ES EL QUE PERFECCIONA AL CREYENTE
Ez. 36: 27: “Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra”.
1. VIVE EN EL CREYENTE. Jesús dice en Jn. 14:17: “el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros”. ¡CON! Y ¡EN! El Espíritu Santo vive con nosotros y en nosotros. Por eso Pablo dice en 1 Co. 3:16: ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el espíritu de Dios mora en vosotros? El creyente ya no vive solo, el Espíritu Santo vive con él y en él.
2. LE SANTIFICA. Jamás podremos ser santos por nuestro propio esfuerzo; los judíos no lo lograron, los ascetas no lo lograron y nadie puede lograrlo; La santidad viene de Dios, El fue quien prometió: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros…” Ez. 36: 26. El Espíritu Santo santifica al creyente, lo purifica, como dice 1 Pedro 1:22: “habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu…”

III. EL ESPIRITU SANTO ES EL QUE CAPACITA AL CREYENTE
Hch. 1:8: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
1. LE EQUIPA DE LOS DONES NECESARIOS. Es el Espíritu Santo el que da dones a los creyentes para realizar la tarea que nos ha sido encomendada. Estos maravillosos regalos nos equipan para hacer la obra de Dios con sus herramientas y no con las nuestras, el uso de estos dones es indispensable para cumplir con nuestra parte en la tarea.
2. LE DA EL PODER PARA HACER LA TAREA. Una vez que hemos recibido las herramientas necesarias, también recibimos el poder de lo alto para usarlas. El Espíritu Santo es quien nos da poder para hacer la tarea. Con este maravilloso Poder, nuestras habilidades y capacidades pasan a un segundo plano, ya que aun el cristiano menos brillante puede hacer la obra de Dios eficazmente, gracias al Poder del Espíritu Santo en su vida.

3. LE GUIA EN EL CUMPLIMIENTO DE LA TAREA. Una vez que hemos recibido las herramientas y el poder, el Espíritu Santo nos enseña cómo usarlos; él nos guía a toda verdad y a toda justicia. El Espíritu Santo es quien comisiona a los creyentes para hacer la obra del Señor de acuerdo a su propósito. Le abre puertas y le muestra que debe hacer y cuando lo debe hacer. El Espíritu Santo es el administrador de la obra de Dios aquí en la tierra.

IV. EL ESPIRITU SANTO ES EL QUE TRABAJA EN EL CORAZON DEL NO CREYENTE
Jn. 16: 8 “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”.
1. ES QUIEN CONVENCE AL PECADOR DE SU PECADO. Nosotros no tenemos la capacidad de convencer a nadie de su pecado. La reacción natural del hombre es justificar sus fallas y escudarse en los errores de otros. Es posible que aún la misma voz de la conciencia sea acallada, pero la voz que no puede ser silenciada es la voz del Espíritu Santo quien nos convence de que hemos pecado y de que somos inexcusables de nuestra maldad.
2. ES QUIEN CONVENCE AL PECADOR DE JUSTICIA Y DE JUICIO. Dios ha escrito su ley en el corazón del hombre, pero el pecado parece borrarla fácilmente, sin embargo, el Espíritu Santo viene para recordarnos que hay justicia y que hay un juicio justo, el juicio de Dios.
En vano nos esforzamos intentando convencer a los pecadores de que hay un juicio al cual deberán rendir cuentas; esa no es nuestra labor, sino la del Espíritu Santo, es él quien se encarga de tomar nuestras palabras, muchas veces torpes e insuficientes, y darles el sentido que solamente Él puede dar para convencer a nuestros oyentes de la necesidad del arrepentimiento ante el justo juicio de Dios.

REFLEXION: Como podemos ver, el Espíritu Santo no ha dejado cabos sueltos, todo lo ha anticipado y lo ha preparado para que la obra de redención sea hecha. Recordemos que nuestra parte es muy pequeña en esta obra, pero es la única parte que el Espíritu Santo no hará, ya que a nosotros nos corresponde hacerla.

Pbro. Jonás Álvarez Armenta

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