Página de Eva TODO ES POR SU BIEN

>> sábado, 16 de enero de 2010



La disciplina es algo que la Palabra de Dios considera muy importante; tanto la disciplina de Dios hacia nosotros, como la disciplina que los padres deben imponer a sus hijos. "El que no corrige a su hijo no lo ama", dice en Proverbios 13:24 y esto es muy cierto, porque ¿qué padre o madre que ama a su hijo no quiere para él un futuro feliz? Y ese futuro feliz implica muchas cosas y entre las principales está la disciplina, que le servirá durante toda su vida. Un niño indisciplinado será un joven indisciplinado y posteriormente un adulto indisciplinado. En la juventud, la falta de disciplina lleva a la rebeldía, el muchacho no estará acostumbrado a respetar reglas ni personas. Tendrá problemas en la escuela, con sus maestros y será mala influencia para los demás. De adulto tendrá problemas en el trabajo, tendrá dificultades para respetar a sus jefes, no estará acostumbrado a obedecer órdenes ni a cumplir horarios. Todo esto les podemos evitar a nuestros hijos, enseñándoles a ser disciplinados desde pequeños. Aparte de que es un mandamiento bíblico, debemos ponerles reglas de acuerdo a su edad, porque si no lo hacemos ellos serán quienes sufran las consecuencias.
Una madre lloraba amargamente a las puertas de la cárcel de su localidad. Su hijo, un joven de veinte años había atropellado a un niño y desgraciadamente, éste había muerto. El muchacho iba a exceso de velocidad en una zona restringida. ¿Por qué no bajó la velocidad?... Estaba acostumbrado a pasar por alto las reglas desde que era un niño, ¿por qué lo iba a hacer ahora?... Cuando le fue permitido a la madre visitar a su hijo, éste, con lágrimas en los ojos, le dijo: "Mamá, yo pensé que si no respetaba las señales no importaba, que nunca iba a pasar nada...Mamá, ¡tú me enseñaste así! Cuando me dabas órdenes y no las cumplía, no pasaba nada, yo me ufanaba porque me dejabas hacer lo que quería. Nunca me castigaste, nunca me diste una nalgada, a pesar de que la merecí muchas veces. Yo estaba feliz de que fueras tan consentidora, pensaba que era porque me querías mucho, pero mamá, ahora me doy cuenta de que eso estuvo mal, si realmente me hubieras querido me habrías disciplinado, porque sabías que algún día podría pasarme lo que me está pasando ahora... Mamá, ¿por qué fuiste así conmigo? ¿no pensabas en el daño que me estabas haciendo?... La mujer estaba horrorizada, jamás pensó que su hijo le hablaría así. Ella solo quería verlo feliz, por eso no lo quería contrariar en nada y lo dejaba hacer lo que quería, pero ahora había provocado que él arruinara su vida y la de aquellos padres que habían perdido a su hijo. Pero ya no había vuelta atrás, ya era demasiado tarde, su hijo tendría que estar encerrado muchos años por el cargo de asesinato imprudencial.
Les podemos evitar muchos sin sabores a nuestros hijos si les enseñamos a obedecer, si les imponemos reglas y se las hacemos cumplir. En primer lugar deben aprender a respetar a sus mayores. Un niño que no respeta a sus padres, no les obedecerá. La primera lección de disciplina es el respeto. En esta época actual, la palabra respeto está pasando a ser una palabra desconocida para muchos niños y jóvenes. No existe el respeto hacia los padres ni maestros. ¿Qué mundo será éste en un par décadas si estará en manos de personas que no saben lo que significa el respeto al prójimo? Si tienes hijos adolescentes y son rebeldes, mira un poco hacia atrás, ¿hiciste realmente lo que debías en cuanto a la disciplina? Un regaño, unas nalgadas no le harán daño a un niño. Si tu hijo o hija no quiere obedecer, no te des por vencida, porque harás que piense que tiene el control sobre tí y eso no es posible, eres una mujer adulta y él o ella, un niño o una niña. No esperes que en la escuela le enseñen disciplina, eso te corresponde a ti, el papel de la escuela es instruir a los niños, el papel de los padres es educarlos.
A veces nosotros también somos disciplinados por Dios, porque nos ama, El sabe que la disciplina nos conviene, que es por nuestro bien y nosotros mismos nos damos cuenta de que la necesitábamos. Igualmente nuestros hijos, una reprimenda a tiempo les puede evitar un dolor futuro. Si los amamos, los disciplinamos. Todo es por su bien.

No corregir al hijo es no quererlo; amarlo es disciplinarlo. Proverbios 13:24

Angélica García Sch.

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