SER O NO SER

>> sábado, 16 de enero de 2010



("No todo el que dice soy cristiano, soy cristiano, entrará en el reino de los cielos")

Parece ser que el decir "soy cristiano" está poniéndose de moda. Lo dicen quienes profesan una religión y lo dicen quienes no profesan ninguna, pero creen en Dios y simpatizan con Jesús. Pero Jesús no necesita simpatizantes, él necesita seguidores y muchos de sus simpatizantes no son sus seguidores, por lo tanto, no pueden llamarse cristianos.
La palabra cristiano es usada de diversas formas por el mundo, ejemplo: "Me fallaron los frenos y casi me llevo a un cristiano" o "Ese pobre cristiano anda muerto de hambre"...etc. Son frases que se escuchan por ahí, dichas a la ligera. Pareciera que la palabra cristiano la tomaran como sinónimo de "humano" y la verdad es que menos de la mitad de los humanos son cristianos de verdad.
Para ser cristiano es necesario un arrepentimiento genuino de nuestros pecados y una entrega genuina también a nuestro Salvador. Pero es triste que para mucha gente, ser cristiano es un estado emocional. En la iglesia, Jesús les llega al corazón, pero cuando salen de la iglesia, también dejan salir a Jesús y siguen con su vida de pecado como si no lo conocieran. Este es un cristianismo fácil, un autoengaño. Esta clase de "fe" no es la que salva. La liberalidad que algunos llamados cristianos presumen, disfrazada de tolerancia, no tiene nada que ver con un seguidor de Cristo. No existe un cristianismo liberal, el único y verdadero cristianismo es el de aquel que sigue a Cristo y esto significa que no hace lo que Jesús no haría. Algunos llamados cristianos se defienden con una frase muy socorrida: "yo no soy legalista"...
Esta historia es un ejemplo de lo que sucede con algunos cristianos que piensan que son cristianos por ir a una iglesia cristiana y nada más:
El hermano Rigoberto iba camino a casa en su auto un sábado por la noche, se detuvo en una esquina a causa de la luz roja de un semáforo y justo en ese momento, vio entrar a un bar al hermano Prudencio, miembro de su iglesia. Se sorprendió mucho, una mezcla de decepción y preocupación lo invadió. El hermano Prudencio no estaba haciendo honor a su nombre. Sintió el impulso de estacionar el auto y entrar en aquel bar para evitar que el hermano Prudencio cayera en pecado, pero la luz del semáforo cambió y tuvo que mover su vehículo y avanzar. Su cabeza estaba llena de pensamientos y de dudas, la idea de entrar en un bar le molestaba y también pensaba que el hermano Prudencio se abochornaría mucho al verse sorprendido. Quizá sería mejor que hablara con él después o...¿debía comentarlo con el pastor? El hermano Rigoberto se mortificaba y deseaba no haber visto nada, pero lo había visto y no podía hacerse de la vista gorda. Llegó finalmente a su casa y tomó la decisión de no comentarlo con nadie, el día siguiente era domingo y allí vería al hermano Prudencio y hablaría con él.
Y así fue, el domingo vio al hermano Prudencio tan campante en la iglesia. Vio como levantaba las manos, como resbalan lágrimas por sus mejillas, como pasaba al altar para que el pastor orara por él. El hermano Rigoberto pensó "Oh, gloria a Dios, el hermano Prudencio está arrepentido por lo de anoche...quizá era la primera vez que lo hacía, solo una debilidad momentánea...quizá no deba decirle nada, él ya se arrepintió, para qué avergonzarlo..." A la hora de la salida se encontró frente a frente con el hermano Prudencio y lo observó con ojo crítico. Se veía despreocupado, sin expresión de culpabilidad ni nada, al contrario se le veía muy contento. "El hermano Prudencio se ha arrepentido y ha pedido perdón al Señor, qué gozo se le ve en el rostro..." pensó para sus adentros. Y eso fue lo que le confirmó que no debía importunar al hermano, para qué hacerlo si ya había dado cuentas al Señor. Y se fue muy tranquilo a su casa con su familia.
Dos semanas más tarde, el hermano Rigoberto venía de regreso de una reunión de varones, a la cual el hermano Prudencio no había asistido, pero no se le hacía nada raro, el hermano Prudencio no asistía a ninguna. Iba conduciendo muy lento debido al tráfico, lo que facilitó que viera con toda claridad al hermano Prudencio saliendo de un bar y esta vez sus miradas se encontraron, pues se encontraban a pocos metros de distancia. El hermano Prudencio se turbó y se hizo el que no lo había visto, pero esta vez, el hermano Rigoberto se sintió decidido, estacionó el auto un poco más adelante y esperó a que pasara por allí.
- Lo extrañamos en la reunión hermano Prudencio- dijo y se sintió tonto, para qué decía eso si el hermano Prudencio jamás iba a una reunión.
- Ah... eh...Dios le bendiga hermano, qué casualidad verlo por aquí...
- No creo que sea casualidad hermano, el Señor me hizo pasar por aquí para verlo a usted salir de ese bar de la otra calle...- el mismo se asombró por haber sido tan directo. El hermano Prudencio se puso de todos colores.
- Hermano no, usted debe se debe haber confundido, cómo cree que yo iba a entrar a un bar... no, no...
- Hermano, disculpe pero yo lo ví claramente salir de allí... Mire hermano, no se sienta mal, yo no soy quien debe juzgarlo, solo quiero recordarle que debe cuidar su testimonio...en el amor y por el amor de Cristo se lo digo - El hermano Prudencio se notó molesto y dijo:
- Mire hermano, está bien, es verdad, sí entré a ese bar y lo hago de vez en cuando, no lo voy a negar, pero no hago nada malo, no hago daño a nadie si tomo una copita de vez en cuando con mis compañeros de trabajo. No creo que sea pecado, es usted demasiado legalista hermano.
- No es ser legalista hermano, es obedecer a la Palabra de Dios, usted lo sabe.
- Pues yo creo que Jesús vino a este mundo a darnos libertad, a liberarnos de la ley, esos cristianos que todo lo ven como pecado son unos legalistas.
- Hermano, perdóneme pero usted está equivocado, está interpretando mal las cosas, Jesús vino a liberarnos sí, pero de la esclavitud del pecado. El dijo que no había venido a derogar la ley sino a hacer que se cumpliera...- Estuvieron unos minutos más hablando y el hermano Prudencio finalmente tuvo que aceptar que el hermano Rigoberto tenía razón. Le pidió que no le comentara nada al pastor y le prometió que empezaría a ir a las reuniones.
Pasaron los meses y en el hermano Prudencio se empezó a notar un verdadero cambio, iba a las reuniones de varones y a las de oración, ya no iba a los bares, en fin, su vida dio un giro positivo muy notable. Una mañana de domingo le pidió al pastor que lo dejara testificar y al ponerse tras el púlpito dijo:
"Hasta no hace mucho, yo venía a la iglesia religiosamente y no lo digo porque era muy constante, sino porque venía como cumpliendo con una religión solamente. Pero me llamaba cristiano, pensaba que era cristiano porque venía a esta iglesia cristiana. ¡Ahora me llamo cristiano porque soy un seguidor de Cristo!- después de los aplausos continuó- Gracias a un hermano que me abrió los ojos, yo me he dado cuenta de que no era un cristiano de verdad, porque hay que ser cristiano en la iglesia y fuera de ella. Yo no me comportaba como cristiano en mi vida cotidiana, iba a bares con mis compañeros de trabajo, me comportaba igual que ellos, hasta me reía con sus chistes obcenos. Yo pensaba que no le hacía daño a nadie, que no era pecado, que quien dijera que era pecado era un legalista. Pero me he dado cuenta de que estaba muy equivocado y quiero decirles esto, sobretodo a los jóvenes: si algún hermano o hermana o el pastor mismo, les dice algo acerca de su comportamiento, escúchenlo, no se molesten, porque no es por avergonzarlos, es por su bien. No se puede ser un cristiano a medias tintas, o se es cristiano o no se es y si pensamos que lo somos, tenemos que vivir nuestro cristianismo las 24 horas del día. Eso era todo pastor..." Se escucharon muchos aplausos para la gloria de Dios después de que el hermano Prudencio terminó de hablar.
A veces necesitamos que alguien nos diga que estamos mal para reaccionar, somos muy permisivos con nosotros mismos, pero muy críticos con los demás. El Señor conoce nuestras necesidades y debilidades y siempre va a mandar a alguien en nuestra ayuda.

Angélica García Sch.

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