PEDID Y SE OS DARA

>> miércoles, 10 de marzo de 2010



En este nuevo año, ¡Que bendición tan grande es ser cristiano y tener un Buen Padre Celestial que mientras peregrinamos por este mundo, ha prometido conceder sólo buenas cosas a los que se las piden! La Biblia dice: Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto (sea en forma directa, o indirecta a través de nuestros padres, maestros, patrones, clientes, y otras personas), desciende de lo alto, del Padre de las luces, porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones. Por tanto, por nada estén afanosos, sino sean conocidas sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, y con acción de gracias. Así ha dicho Dios, que hizo la tierra, Dios que la formó para afirmarla: ¡Clama a mí, y yo te responderé; pues antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído; porque nuestro Buen Padre Celestial sabe de qué cosas tenemos necesidad, aún antes de que se las pidamos. ¿Está alguno entre ustedes afligido? Haga oración; porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. ¿Está alguno enfermo? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por El, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor Jesucristo; y la oración de fe (la que Dios nos dice que va a contestar positivamente), salvará al enfermo, y el Señor (de acuerdo a lo prometido), lo levantará, pues cuando alguien le dice a Jesucristo: ¡Señor si quieres puedes sanarme, con muy raras excepciones (las enfermedades que por razones que no sabemos, Dios soberanamente decide no sanarlas, y las que Dios usa para llevarnos a la muerte terrenal), puede estar seguro que lo escuchará decir: ¡quiero, sé sano! Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Con razón el salmista decía: ¡Con mi voz clamé a Dios y… me escuchó! Al Señor busqué en el día de mi angustia, mientras alzaba… mis manos de noche, sin descanso; me quejaba, desmayaba mi espíritu y no me dejabas pegar los ojos; pero desde la angustia invoqué a mi Dios, y me respondió, poniéndome en lugar espacioso. ¡Gloria a Dios! ¡Bendice, alma mía, a mi Dios, y no olvides ninguno de sus beneficios! ¡Reconoce que… es el que sana todas tus dolencias, el que a diario rescata del hoyo tu vida, y el que te corona de favores y nuevas misericordias, cada mañana!
Al único que el Buen Padre celestial, siempre le contestó afirmativamente sus oraciones, es a Cristo, y ¡Gloria Dios! Porque Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos, y la Biblia afirma que intercede por nosotros, de día y de noche, ante el Padre Celestial. Por eso es necesario hacer nuestras peticiones a nombre de Cristo, pues Jesucristo afirmó: Todo lo que pidas al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pides en mi nombre, yo lo haré. Y esta es la confianza que tenemos en…l, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad,…l nos oye, y sabemos que tendremos las peticiones que le hayamos hecho. Por supuesto que lo contrario también es cierto: Como Buen Padre Celestial, si le pedimos algo que ante sus ojos son ¿piedras, escorpiones, o víboras? que nos harán daño, aunque se lo pidamos insistentemente y por años, no nos lo va a conceder. Así, es un error pretender usar el nombre de Cristo como varita mágica para recibir lo que se nos antoje; y menos suponer que nuestra oración ¡mueve la mano de Dios! como si fuera marioneta; peor aún es el infantil que cree que Dios es como el genio de la lámpara, que está a nuestra disposición para concedernos tres o más deseos; o como un Santa Claus que me porte bien o mal, con sólo pedirlo, me traerá regalos en Navidad y todos los días. Debemos aprender y seguir el ejemplo de Abraham, el Padre de la fe, quien dice la Biblia que no dudó por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido. Así, también nosotros, debemos saber que por muy largas, perseverantes, y escandalosas que sean nuestras oraciones, Dios nunca nos concederá lo que no nos ha primero prometido (sea en forma personal o en su Santa Palabra), aunque nos parezca lo más justo, bueno, útil, conveniente o necesario. Así, cuando no estemos seguros de si lo que pedimos está de acuerdo con la voluntad de Dios, confiemos en que el Espíritu de Dios, nos ayuda en nuestra debilidad, pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles, y el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos; y aún así, aprendamos a que después de pedir, buscar, llamar, orar, clamar, y rogar diciendo: ¡Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia; ten misericordia de mí, y oye mi oración, lo mejor es seguir el ejemplo de Jesucristo, quien en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente, cuando dijo: ¡Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya! ¡Confía cada día más en el amor, omnisciencia y omnipotencia de Dios, y haz el bien! ¡Deléitate asimismo en Jehová, porque fiel es Dios, que te concederá las peticiones de tu corazón! Encomienda al Señor tu camino, y confía en…, y… hará. AMEN. ASI SEA.

Dr. Ernesto Contreras

0 comentarios:

About This Blog

Lorem Ipsum

  © Free Blogger Templates Joy by Ourblogtemplates.com 2008

Back to TOP