Historias para reflexionar: POR UN BILLETE DE LOTERIA
>> lunes, 26 de julio de 2010
"Absténganse de toda avaricia; la vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes" Lucas 12:15 NVI
Un hombre acostumbraba a comprar un billete de lotería cada mes. Compraba el mismo número desde hacía años y aseguraba que ese número lo convertiría en millonario. Pasó el tiempo y el hombre seguía comprando su número "de la suerte". Era ya un hombre maduro y sus amigos le decían que debía casarse, formar una familia, pero él respondía que no haría tal cosa hasta sacarse la lotería para hacer una fiesta en grande. Su novia ya se estaba cansando de esperar, pero él, siempre terminaba convenciéndola de que esa semana su número sería el afortunado con el premio mayor. Pero pasaba el tiempo y nada de nada y el argumento era siempre el mismo. Hasta que un día, la novia se hartó y le dijo que no lo iba a esperar eternamente, así que era mejor que terminaran. El hombre trató de convencerla una vez más, pero ella ya no lo escuchó y se despidió de él para siempre.
Al día siguiente, que era Domingo, se llevaba a cabo el sorteo de la lotería. El hombre estaba triste porque la mujer que amaba lo había dejado, pero igual sintonizó la radio en la estación en donde transmitían el sorteo. Casi no podía concentrarse, pero al momento en que anunciaron el número ganador, puso toda su atención y ¡oh sorpresa! ¡Era su número! Se quedó como petrificado por unos momentos, pero pronto se recuperó y se preparó para presentarse a cobrar su premio. Durante el camino, iba pensando en su ex novia, "seguramente con esto la recupero", se decía.
Llegó a la agencia, sacó con orgullo el billete de su bolsillo y anunció que estaba allí para cobrar el premio mayor. Después de los trámites pertinentes, le dieron lo que le correspondía, lo cual era una buena cantidad. Salió del lugar con el corazón rebozante de alegría, sonriéndole a todos. Afuera en la calle, se sentía el dueño del mundo. Pasó por una florería, compró un gran arreglo de rosas rojas y dio la dirección de su ex novia.
En la tarjeta que acompañaba a las rosas, escribió: "Mi adorada, ya soy rico, mi número salió premiado, ahora sí nos podemos casar".
Al llegar a su casa, tomó el directorio telefónico y se puso a buscar direcciones de servicios de banquetes, quería lo mejor de lo mejor. Pensaba: " Iremos a París, para que ella escoja personalmente su vestido de novia... de paso, iremos a Italia para mandarme a hacer mi traje de novio también". Estuvo haciendo planes toda la mañana. En la tarde, se empezó a preocupar porque su novia no lo llamaba... "Ya debió haber recibido las rosas con la tarjeta", se dijo. Pensó en llamarla, pero decidió que había que esperar un poco más, quizá estaba tan emocionada que no podía ni hablar.
Ya anochecía y no tenía noticias de su amada, así que decidió ir a verla. Lo primero que vio afuera de su casa, fueron las rosas en el bote de la basura. Su corazón se encogió. No había querido las flores así que quizá ni siquiera había leído la tarjeta. Titubeando, tocó tímidamente a la puerta. Nadie salió, así que tocó nuevamente. Esperó un momento más y nada. Parecía que no había nadie en la casa. En ese momento, una vecina salió a sacar su basura y aprovechó para preguntarle:
- "Señora, buenas noches, ¿podría decirme usted si hay alguien en esta casa?
- No señor, esta mañana la señorita y su mamá se fueron lejos.
- ¡Pero cómo!, ¿adónde?- exclamó el hombre muy compungido.
- No sé señor. La señora me comentó que su hija estaba muy mal de los nervios y se la llevó a la casa de su hermana, en el campo, en otro estado, no sé dónde. Dijo que ya no volverían aquí nunca más.
El hombre regresó a su casa deshecho. No sabía dónde vivía esa tía del campo. No tenía la menor idea de dónde buscar a su amada. Esa noche no durmió tratando de encontrar la solución a su dilema. Se había propuesto encontrarla a como diera lugar. Por fin decidió que lo más indicado sería contratar a un investigador.
A la mañana siguiente, muy temprano, se presentó en una agencia de investigaciones particular y habló con un detective. El detective le pidió un dinero por adelantado y le dijo que esa misma semana le tendría resultados.
Pasaron los días y no había ninguna noticia, así es que el hombre fue a la agencia a buscar al detective con quien había hecho el trato. Este le dijo que habían surgido unos inconvenientes y que necesitaba más dinero para reanudar la búsqueda. Le dio el dinero, con la promesa de que ese fin de semana sabría el paradero de su amada.
Siguió pasando el tiempo y el detective le seguía diciendo lo mismo cada vez que lo veía: "Estoy a punto de encontrarla, esta pista no puede fallar, se lo aseguro, pero necesito más dinero" Lo decía con tal convencimiento, que nuestro hombre se lo creía. La pequeña fortuna del pobre enamorado bajaba y bajaba, pero a él lo único que le preocupaba era encontrar a su amada, así que todas las veces que el detective le pedía dinero, no escatimaba y se lo daba inmediatamente.
Así pasaron los meses y nuestro protagonista, obsesionado por el deseo de encontrar a su futura esposa, no se daba cuenta de que el detective lo estaba estafando y se estaba quedando sin dinero.
Y así fue que un día, todo lo que nuestro protagonista había obtenido por su número de lotería, se había esfumado totalmente o mejor dicho, había ido a parar al bolsillo de ese tramposo. Y como ya no podía pagarle más al detective, éste abandonó el caso. ¡Se había quedado sin dinero y sin novia! Ya de nada le servía lamentarse, había puesto en juego su vida, por su obstinación en ganarse ese premio de la lotería y la única inversión que había hecho con aquella ganancia, había sido un arreglo floral de rosas rojas, que jamás llegó a ver su amada.
Nunca bases tu felicidad en el dinero. El dinero es tan efímero como un suspiro. El hombre de la historia pudo haber sido feliz casándose con su novia, sin necesidad de una gran fiesta. Lo importante era el amor que se tenían. El sueño que él perseguía, sacarse la lotería, era un sueño vano. De nada le sirvió ganarse ese premio, si había perdido a su amada.
"Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores"
1 Timoteo 6:9-10 NVI
Angélica García Schneider.
Un hombre acostumbraba a comprar un billete de lotería cada mes. Compraba el mismo número desde hacía años y aseguraba que ese número lo convertiría en millonario. Pasó el tiempo y el hombre seguía comprando su número "de la suerte". Era ya un hombre maduro y sus amigos le decían que debía casarse, formar una familia, pero él respondía que no haría tal cosa hasta sacarse la lotería para hacer una fiesta en grande. Su novia ya se estaba cansando de esperar, pero él, siempre terminaba convenciéndola de que esa semana su número sería el afortunado con el premio mayor. Pero pasaba el tiempo y nada de nada y el argumento era siempre el mismo. Hasta que un día, la novia se hartó y le dijo que no lo iba a esperar eternamente, así que era mejor que terminaran. El hombre trató de convencerla una vez más, pero ella ya no lo escuchó y se despidió de él para siempre.
Al día siguiente, que era Domingo, se llevaba a cabo el sorteo de la lotería. El hombre estaba triste porque la mujer que amaba lo había dejado, pero igual sintonizó la radio en la estación en donde transmitían el sorteo. Casi no podía concentrarse, pero al momento en que anunciaron el número ganador, puso toda su atención y ¡oh sorpresa! ¡Era su número! Se quedó como petrificado por unos momentos, pero pronto se recuperó y se preparó para presentarse a cobrar su premio. Durante el camino, iba pensando en su ex novia, "seguramente con esto la recupero", se decía.
Llegó a la agencia, sacó con orgullo el billete de su bolsillo y anunció que estaba allí para cobrar el premio mayor. Después de los trámites pertinentes, le dieron lo que le correspondía, lo cual era una buena cantidad. Salió del lugar con el corazón rebozante de alegría, sonriéndole a todos. Afuera en la calle, se sentía el dueño del mundo. Pasó por una florería, compró un gran arreglo de rosas rojas y dio la dirección de su ex novia.
En la tarjeta que acompañaba a las rosas, escribió: "Mi adorada, ya soy rico, mi número salió premiado, ahora sí nos podemos casar".
Al llegar a su casa, tomó el directorio telefónico y se puso a buscar direcciones de servicios de banquetes, quería lo mejor de lo mejor. Pensaba: " Iremos a París, para que ella escoja personalmente su vestido de novia... de paso, iremos a Italia para mandarme a hacer mi traje de novio también". Estuvo haciendo planes toda la mañana. En la tarde, se empezó a preocupar porque su novia no lo llamaba... "Ya debió haber recibido las rosas con la tarjeta", se dijo. Pensó en llamarla, pero decidió que había que esperar un poco más, quizá estaba tan emocionada que no podía ni hablar.
Ya anochecía y no tenía noticias de su amada, así que decidió ir a verla. Lo primero que vio afuera de su casa, fueron las rosas en el bote de la basura. Su corazón se encogió. No había querido las flores así que quizá ni siquiera había leído la tarjeta. Titubeando, tocó tímidamente a la puerta. Nadie salió, así que tocó nuevamente. Esperó un momento más y nada. Parecía que no había nadie en la casa. En ese momento, una vecina salió a sacar su basura y aprovechó para preguntarle:
- "Señora, buenas noches, ¿podría decirme usted si hay alguien en esta casa?
- No señor, esta mañana la señorita y su mamá se fueron lejos.
- ¡Pero cómo!, ¿adónde?- exclamó el hombre muy compungido.
- No sé señor. La señora me comentó que su hija estaba muy mal de los nervios y se la llevó a la casa de su hermana, en el campo, en otro estado, no sé dónde. Dijo que ya no volverían aquí nunca más.
El hombre regresó a su casa deshecho. No sabía dónde vivía esa tía del campo. No tenía la menor idea de dónde buscar a su amada. Esa noche no durmió tratando de encontrar la solución a su dilema. Se había propuesto encontrarla a como diera lugar. Por fin decidió que lo más indicado sería contratar a un investigador.
A la mañana siguiente, muy temprano, se presentó en una agencia de investigaciones particular y habló con un detective. El detective le pidió un dinero por adelantado y le dijo que esa misma semana le tendría resultados.
Pasaron los días y no había ninguna noticia, así es que el hombre fue a la agencia a buscar al detective con quien había hecho el trato. Este le dijo que habían surgido unos inconvenientes y que necesitaba más dinero para reanudar la búsqueda. Le dio el dinero, con la promesa de que ese fin de semana sabría el paradero de su amada.
Siguió pasando el tiempo y el detective le seguía diciendo lo mismo cada vez que lo veía: "Estoy a punto de encontrarla, esta pista no puede fallar, se lo aseguro, pero necesito más dinero" Lo decía con tal convencimiento, que nuestro hombre se lo creía. La pequeña fortuna del pobre enamorado bajaba y bajaba, pero a él lo único que le preocupaba era encontrar a su amada, así que todas las veces que el detective le pedía dinero, no escatimaba y se lo daba inmediatamente.
Así pasaron los meses y nuestro protagonista, obsesionado por el deseo de encontrar a su futura esposa, no se daba cuenta de que el detective lo estaba estafando y se estaba quedando sin dinero.
Y así fue que un día, todo lo que nuestro protagonista había obtenido por su número de lotería, se había esfumado totalmente o mejor dicho, había ido a parar al bolsillo de ese tramposo. Y como ya no podía pagarle más al detective, éste abandonó el caso. ¡Se había quedado sin dinero y sin novia! Ya de nada le servía lamentarse, había puesto en juego su vida, por su obstinación en ganarse ese premio de la lotería y la única inversión que había hecho con aquella ganancia, había sido un arreglo floral de rosas rojas, que jamás llegó a ver su amada.
Nunca bases tu felicidad en el dinero. El dinero es tan efímero como un suspiro. El hombre de la historia pudo haber sido feliz casándose con su novia, sin necesidad de una gran fiesta. Lo importante era el amor que se tenían. El sueño que él perseguía, sacarse la lotería, era un sueño vano. De nada le sirvió ganarse ese premio, si había perdido a su amada.
"Los que quieren enriquecerse caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Estos afanes insensatos y dañinos hunden a la gente en la ruina y en la destrucción. Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores"
1 Timoteo 6:9-10 NVI
Angélica García Schneider.
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