A ESCONDIDAS

>> jueves, 10 de septiembre de 2009



Jugar a las escondidas es emocionante y divertido. El objetivo es esconderse donde no te encuentren, el primero en ser visto pierde y buscará al grupo en la siguiente ronda. Cada jugada termina hasta que todos son encontrados o salen de su escondite a pisar la base. Escondernos o esconder algo en la vida real no siempre es divertido; más bien es angustiante, pues nos aterroriza ser descubiertos. A nadie le gusta exponer sus errores o fracasos, más bien preferimos ocultarlos, y cuando somos puestos en evidencia, intentamos seguir escondiéndonos, justificándonos o culpando a otros, como en el caso de Adán y Eva. La oscuridad parece cubrir todo, pero ante la luz, todo es expuesto. Lo que se esconde, tarde o temprano sale a -ote (Marcos 4:22), sino es en la tierra, será en el cielo.
Hay uno que lo ve todo, porque está en todas partes, es Omnipresente y es Omnisciente, porque lo sabe todo, ese es Dios, para El nada pasa desapercibido, de El no podemos escondernos, no importa a donde vayamos, ni que hagamos (Salmo 139: 6-8). El revela lo escondido, pues con El mora la luz (Daniel 2:22). El conoce nuestro corazón y nuestros pensamientos, porque somos como libros abiertos ante El, aún nuestras intenciones (1 Corintios 4:5), buenas o malas, El las conoce y un día, nos juzgará. El pecado es lo que más escondemos. Es difícil renunciar al pecado y nos cuesta mucho trabajo aceptarlo como tal, pero al final termina saliendo a la luz, a través de una confesión, para erradicarlo o por medio de las evidencias de la práctica. La práctica se produce cuando el pecado se vuelve un hábito, eso ocurre muchas veces sin darnos cuenta y debemos evitarlo a toda costa, porque una cosa es ocasional y otra premeditada. Cuando lo que al principio hacíamos en lo oculto, para que nadie lo viera, lo empezamos a justificar y al final, terminamos alardeando de él, (en otras palabras, nos deja de preocupar lo que piensa Dios y lo que dice la gente), estamos en graves problemas. El pecado se ha arraigado en nosotros, y nos será más difícil dejar de hacerlo. Esto signica que nos hemos descarado y dejamos de jugar a las escondidas y ahora practicamos juegos extremos.
Algunos no quieren darse cuenta de que el pago por pecar, es la muerte, pero no la física, sino la espiritual. La muerte espiritual es la separación de Dios, y con ello, de las bendiciones de morar bajo Su mismo techo celestial por la eternidad, y lo peor, es que como solo hay dos lugares después de la muerte, el lugar de castigo es su destino.
Dice el salmista (Salmo 32) que al ocultar su pecado, sentía que se le secaban los huesos y se consumían sus fuerzas; sentía el peso de la mano de Dios de día y de noche sobre él. En esta hora, te invito a que dejes de angustiarte y de jugar a las escondidas, sal de tu escondite y pisa la base, que es Cristo. Y si pecar no te causa sufrimiento, recapacita, ningún pecado es lo sucientemente agradable, como para exponer tu vida a la muerte eterna. No andes más en las tinieblas. Déjate encontrar por Dios, no escondas mas tu pecado, El ya lo sabe, y te ama tanto que quiere perdonarte.
Hermanos, los pecados perdonados son victorias alcanzadas; todos teníamos un pasado negro, pero ahora somos nuevas criaturas; a veces caemos, pero nos levantamos, porque somos hijos de luz.

"Vive en la luz, presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros" (Tito 2: 7-8).

Marisa Valle

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