¿QUE HACEMOS CON MAMA?

>> miércoles, 9 de septiembre de 2009



María y sus hijos, regresaban del cementerio donde su esposo había sido sepultado. En la casa se respiraba el vacío que él había dejado. Después de que sus hijos se casaron, María y su esposo habían pasado esos últimos años en compañía uno del otro, eran como uno solo, siempre juntos, siempre amorosos. Andrés, Martha y Rebeca, estaban preocupados por su madre, la muerte de su padre, así tan de repente, les había tomado desprevenidos. Tenían que decidir qué hacer con ella, no estaría bien que se quedase sola en esa inmensa casa, a su edad y con su estado de salud. Rebeca llevó a María a descansar a su habitación, mientras tanto, ellos se sentaron a deliberar.
- Andrés, tú eres el mayor, tus hijos están grandes, mamá podría estar muy bien contigo, no tendría que soportar ruidos y gritos de niños ...- dijo Martha.
- Sí, pero ya conocen a mi esposa, precisamente me ha dicho el otro día, que se pasó muchos años cuidando de sus hijos y que ahora que ya crecieron, por fin va a poder descansar, viajar, dedicarse a ella misma. No puedo obligarla a hacerse cargo de mi mamá...
- Pero nosotras tenemos a nuestros hijos pequeños todavía y además trabajamos, tu esposa no trabaja...- respondió Martha.
- Debemos pensar menos en nosotros mismos y más en mamá- exclamó Rebeca.
- Pero ¿alguien le ha preguntado a ella qué es lo que quiere?- dijo Andrés.
- Yo sí y me ha dicho que quiere quedarse aquí en esta casa, en donde compartió los mejores momentos de su vida con papá- dijo Rebeca.
- Pero eso no es posible, no estaríamos tranquilos, sabiendo que está sola, que le puede pasar algo... puede caerse, enfermarse, en fin, tantas cosas, su salud no está bien, lo saben respondió Andrés.
- Podría estar un tiempo con uno y luego con otro ...No se me ocurre algo mejor- dijo Martha.
- O quizá debamos de considerar la opción de un lugar en donde estuviese con gente de su edad y donde la cuidaran como es debido...- dijo Andrés.
- ¿Un asilo, Andrés?...¡Cómo te atreves siquiera a sugerirlo!- exclamó Rebeca- ¡Eso es lo último que esperaba de ti! Siempre he pensado que los hijos que se deshacen de sus padres cuando están viejos, depositándolos en un asilo, son de lo peor...- La discusión siguió entre Andrés y Rebeca solamente, Martha permaneció escuchando.
- Pero en nuestra situación sería lo más práctico, estaría bien cuidada...
- ¡Sí, por extraños!... Recuerda que ella nunca nos dejó en manos de extraños, que sacrificó su carrera inclusive, por encargarse de nosotros ella misma.
- Bueno, esa era su obligación...la obligación de toda madre...
- ¿Y tú piensas que los hijos no tenemos obligaciones? Ella ya cumplió con la suya, ahora nos toca a nosotros. Cuando la necesitamos, ella siempre estuvo con nosotros. Ahora que ella nos necesita, ¿la vamos a abandonar?
- No la vamos a abandonar, la iríamos a ver con frecuencia...
- ¿Tú crees que es lo mismo? ¡Ir a verla como quien va a visitar a alguien a la cárcel!
- No exageres Rebeca...
- Sí, sería algo así...las personas que están en la cárcel, están alejadas de sus seres queridos y lo están por tener que pagar algún delito, pero mamá, a ver ¿qué delito ha cometido?... ¿Envejecer?...¿Debe pagar por eso?- Entonces Martha intervino:
- Rebeca tiene razón Andrés, además recuerda que nosotros también tenemos hijos... piensa si un día, cuando tú estés viejo, te gustaría que tus hijos te llevaran a un asilo, que se desentendieran de ti y te encargaran con extraños... Todo lo que se siembra en esta vida, se cosecha hermano...

Casos como éste hay muchos y es deber de los hijos tomar decisiones sabias, tomando en cuenta en primer lugar, los sentimientos de la madre o el padre que ha quedado solo. Ha de ser muy triste para alguien que ha perdido al compañero o compañera de toda su vida, tener que sufrir además la incertidumbre relacionada con su futuro, a causa de unos hijos que quieren evadir responsabilidades. La Biblia presenta un ejemplo para los hijos de padres que se han quedado solos: La historia de Rut. A pesar de que Noemí no era su madre, sino su suegra, Rut, que tenía un corazón sensible y un sentido de la responsabilidad admirables, se hizo cargo de ella, después de la muerte de su esposo. "¡No insistas en que te abandone o en que me separe de ti! Porque iré adonde tú vayas, y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios" (Rut 1:16) le dijo y siguieron juntas el camino de la vida y Dios recompensó a Ruth por eso.
La Biblia tiene mandamientos para los hijos, el principal: "Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios" (Exodo 20:12 NVI) Este es un mandamiento para toda la vida y trae una promesa muy importante. También se nos manda: "Ponte de pie en presencia de los mayores. Respeta a los ancianos. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor" (Levítico 19:32 NVI) Respetar a los padres ancianos, respetar sus sentimientos, su dignidad, su vulnerabilidad, su privacidad, su derecho de elección, etc. es tener temor de Dios y esto es el principio de la sabiduría (Proverbios 1:7).

"Pero si una viuda tiene hijos o nietos, que éstos aprendan primero a cumplir sus obligaciones con su propia familia y correspondan así a sus padres y abuelos, porque eso agrada a Dios"
1 Timoteo 5:4 NVI
Angélica García Sch.

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