Hist. para reflexionar: X, HISTORIA DE UN NIÑO SIN NOMBRE
>> viernes, 10 de septiembre de 2010
Yo era "X", un niño sin nombre y sin apellido, pero mis padres adoptivos me registraron con sus apellidos, así que por fin existo para la sociedad. Ellos me han dado su apoyo y su cariño y los llamo papá y mamá. Mi historia, como tantas otras, ha sido la de una niñez triste, de miseria desesperada. Fui un niño de la calle, yo no tuve una cama calientita ni una mamá que me arropara en invierno. No tuve un papá que al llegar del trabajo me abrazara. No tuve juguetes ni televisión, no fui a fiestas de cumpleaños y nunca me celebraron el mío. Ni siquiera sé cuando nací, en el registro civil me pusieron una fecha de nacimiento aproximada.
Los que ahora son mis padres adoptivos, llegaron un día a nuestro lugarcito a llevarnos comida y ropa. Iban cada cierto tiempo, pero después empezaron a ir más seguido. A mí todos me decían "X", porque no tenía nombre, pero ellos me dijeron que debía tener un nombre. Yo no lo sabía, nunca lo supe, porque nunca tuve uno. Un muchacho mayor me contó que a mí me habían dejado abandonado de bebé y una señora muy pobre me había recogido, pero esa señora se había muerto y yo me había quedado solo. Me recogió después una muchacha que era drogadicta y se murió también, así que desde que yo recuerdo, mi hogar había sido la calle y mi familia, esos niños y muchachos igual que yo.
Antes de conocer a mis papás adoptivos, pasé muchas penurias. Mis amigos y yo no queríamos que nos llevaran a un orfanato, porque nos habían dicho que allí había que acostarse temprano, había que bañarse, había que estudiar, obedecer reglas y todas esas cosas que eran ajenas a nosotros. En nuestras casas de cartón, podíamos dormirnos a la hora que quisiéramos y no teníamos que bañarnos ni menos estudiar. Lo único bueno del orfanato, era que se comía todos los días, pero a costa de nuestra libertad. Nosotros comíamos lo que encontrábamos en los basureros, pero a veces no encontrábamos nada. Una vez teníamos tanta hambre que nos estábamos volviendo locos. Nunca robamos, ese era nuestra única regla, porque sabíamos que si lo hacíamos, nos llevarían a un lugar peor que el orfanato. Así que después de muchos días sin comer nada, decidimos que sería mejor morir, porque al menos muertos no tendríamos más hambre. Pero ninguno de nosotros sabía cómo morirse, así que lo descartamos.
Mis nuevos padres (antes de serlo), nos convencieron para que ingresáramos a un orfanato. Cuando llegamos, desconfiábamos, mirábamos a todos de reojo. Los encargados eran un hombre y una mujer, eran un matrimonio y se veían muy amables los dos. Los niños allí les llamaban papá y mamá y se veían muy contentos, parecía que no se daban cuenta que estaban presos ahí. Todo estaba muy limpio, ordenado, el lugar era muy iluminado. La verdad es que nos sentimos a gusto allí, pero al principio lo disimulamos. La comida era rica, había televisión, alberca, juguetes, todo lo que un niño podía soñar. No podíamos creerlo, era una verdadera familia, con muchos hijos.
En el orfanato me preguntaron mi nombre. "Me llamo X" dije y todos los demás se rieron. El señor me dijo que ese no era un nombre, que tenía que elegir uno y empezó a decir nombres para que yo eligiera. A mí me gustaba que me llamaran X porque así me habían llamado toda la vida, así que me quedé callado. El señor me dijo que estaba bien, que me tomara mi tiempo. Mis ahora padres adoptivos iban casi todos los días a visitarme y un día me preguntaron que si me gustaría ir con ellos a su casa, yo dije que sí. Fui de visita varias veces, hasta que me dijeron que si quería que ellos fueran mis papás y me llevaran a vivir con ellos definitivamente. Yo no quería separarme de mis compañeros, pero ellos me dijeron que quizá ellos también tendrían su propia casa y familia y que podría verlos cuando quisiera. Entonces les dije que sí, que quería irme a vivir con ellos y que fueran mis papás. ¡No lo podía creer!
Hoy celebran por primera vez mi cumpleaños. Cumplo diez años según mi acta de nacimiento, pero realmente empecé a vivir de verdad hace un año, cuando llegué a casa de mis padres adoptivos, así que yo digo que cumplo un año, porque tener una familia fue como volver a nacer. En este año he aprendido muchas cosas, pero lo más importante es que me siento tan amado, que por las noches temo despertar de un sueño maravilloso. Ah y por fin accedí a cambiarme el nombre, ya no soy más "X", elegí llamarme Jesús, así que ahora soy Jesús "ex X", porque mis papás me han enseñado mucho sobre Jesús, el Hijo de Dios y yo quiero ser como El. Creo que es el mejor nombre que pude haber elegido y estoy decidido a hacer todo lo posible para hacer honor a ese nombre. Yo sé que gracias a El, ahora tengo un hogar y una familia que me ama, porque me dijeron que Dios había puesto en el corazón de mamá y papá el adoptarme como su hijo. Gracias Jesús.
Niños de la calle, que no conocen el amor de unos padres, niños que viven en la más terrible miseria, alimentándose de lo que encuentran en los basureros. ¡Qué triste realidad! Pero qué bendición cuando uno de estos niños es adoptado y es considerado como un hijo en una familia. Hay cientos de matrimonios que no pueden tener hijos, ojala pensaran también que hay cientos de niños que esperan ser adoptados, niños con hambre de amor, por sobre todas sus demás necesidades.
Igualmente, cuántos seres humanos hay que no conocen el amor del Padre celestial, que viven en la más terrible miseria espiritual, alimentándose de la basura del mundo. Pero qué gran bendición cuando se encuentran con Jesús, le abren la puerta de su corazón y son adoptados como hijos de Dios. Esto es volver a nacer y empezar a vivir una nueva vida, una vida de verdad, como dice Jesús (ex "X").
"La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo" Santiago 1:27 NVI
Angélica García Sch.
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