¡QUE DE PROBLEMAS!

>> miércoles, 10 de noviembre de 2010


Según la pedagoga Ana Corina Fernández Alatorre, las situaciones difíciles surgen en todas aquellas circunstancias en las que diferencias de intereses, de necesidades y de valores entre las personas, dificultan la solución de un problema. La profesora agrega que los problemas son parte de las relaciones humanas, es decir, inevitables. No importa si silenciamos los conflictos, los evadimos o los enfrentamos, las dificultades están ahí por la sencilla razón de que cada persona posée una perspectiva propia de las cosas y cuando nos disponemos a hacer algo en común con otros, aparecen necesariamente, las diferencias.

Es por esto que la Biblia es tan enfática en cuanto a las relaciones interpersonales. Jesús sabe que no es fácil para el ser humano el mantener la paz y convivir armónicamente unos con otros. Por esta razón, Pablo, en su carta a los Filipenses 2:3, nos exhorta a no hacer las cosas por contienda o vanagloria. En la Nueva Versión Internacional este mismo verso se lee así: "No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad considerando a los demás como superiores a ustedes". Contienda, vanagloria, egoísmo o vanidad, son sustantivos comunes en nuestro diario vivir. ¡Qué difícil es, a veces, ver a los demás como personas mejores que nosotros mismos! Todavía dejamos que nuestros sentimientos de competencia o antagonismo salten y no somos mansos y humildes de corazón como Jesús, quien aun siendo la plenitud de la deidad, tomó forma de siervo y se hizo semejante a nosotros. Ya es hora de que seamos de los que animan a los demás, pasando por alto sus fallas. Si antes éramos como la soldadera "Juana Gallo", aguerridas defensoras del "me, a mí, yo y solo yo" puedo hacer las cosas bien, ya es tiempo de que ayudemos a otros a brillar y a desarrollar su potencial.

La catedrática Ana Corina Fernández A., en su escrito titulado "Las Competencias Cívicas, Otra Forma de Pensar la Educación en Valores", declara que en tanto que es inevitable el conflicto en sí mismo, no constituye un problema. El verdadero problema empieza en la forma de afrontarlo, pues éste puede desplegar lo peor o lo mejor de cada ser humano. Sin embargo, bajo las condiciones adecuadas, un aprieto puede ser la ocasión para crecer como persona, enriquecer las propias perspectivas y mejorar la convivencia.

La Palabra nos motiva a enfrentar los conflictos de una manera sabia, pues la respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego (15:1) Proverbios continúa enseñándonos que el que es iracundo provoca contiendas; el que es paciente las apacigua (15:18). Jesús nos invita a mantener una actitud pacificadora (Mateo 5:9) y si nunca nos abandonan el amor y la verdad, llevándolos siempre alrededor de nuestro cuello, tendremos mejores herramientas para buscar la paz y seguirla.

A veces son solo malos entendidos, y si ese es el caso, pues será suficiente establecer una comunicación más efectiva. Así es de que, comuniquémonos más con Dios y El hará que nuestra comunicación y relación con los demás sea más cordial. La autora termina expresando que cuando los conflictos se manejan de forma constructiva, nos ayudan a conocernos mejor, a saber quiénes somos y cuáles son nuestras necesidades, aumentan la confianza y se fortalecen las relaciones interpersonales. Así es de que algo bueno le podemos sacar, aunque mejor procuremos evitarlos.

Bendiciones mil, Judith E. Patiño N.

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