SITUACIONES CONTROVERSIALES
>> miércoles, 10 de noviembre de 2010
Conocí al Señor Jesucristo en mi adolescencia. El realmente me cautivó con Su maravillosa persona, me rodeó de cristianos amorosos y le dio sentido a mi vida. Fui bautizada en las aguas, donde confesé al mundo públicamente mi amor por El, su Espíritu Santo inundó mi vida y derramó sobre mí de sus dones. Mi deseo inmediato fue estar con El y agradarle en todo. Fui discipulada y cobijada en la iglesia metodista mediante reuniones de estudio en hogares y buscando cual era mi llamado en Su obra. He trabajado para mi Señor en todo lo que he podido en su iglesia: limpiando, sirviendo mesas, cocinando, en actividades financieras, como ujier, apoyando al grupo de alabanza, directora de culto, cantora, maestra de escuela dominical, líder de célula, presidiendo, predicando, como consejera de jóvenes, administradora, escribiendo para la revista, organizando y planeando eventos, como tesorera y secretaria, en fin creo que a todo le he hecho para servir a mi Dios. Y les escribo esto para decirles que MI VIDA ES CRISTO, que desde un principio su doctrina entró en mi vida y dejé todo lo que el mundo me ofrecía por El, porque nada me resultó más agradable y me causo más gozo que estar en Su presencia. El llenó todas mis expectativas y cubrió todas mis necesidades. No necesite más buscar en otro lugar nada. Cuando tengo problemas económicos, El es mi proveedor y sustentador, he aprendido a contentarme en lo poco y en lo mucho, porque El está conmigo; cuando las circunstancias de la vida me hacen sufrir, El es mi Consolador, mi fortaleza, mi paz y mi gozo. Cuando alguien de los míos o yo misma enfermamos, El es mi médico de cabecera, mitiga mi dolor y sana mis enfermedades y espiritualmente, es todo para mí.
En estos años El me ha enseñado muchas cosas por medio de predicaciones, estudios, actividades en la iglesia y mis tiempos devocionales con El. No soy perfecta, me equivoco y tengo mis debilidades, creo que hasta soy un tanto legalista, pero Dios está trabajando conmigo y sé que un día, cuando lo vea cara a cara, El transformará mi cuerpo mortal en un cuerpo glorificado para vivir en Su Presencia.
Mi esposo y yo tenemos un ministerio activo de muchos años en nuestra iglesia, hemos educado a nuestros hijos en el temor de Dios. Procuramos dar testimonio al mundo de nuestro amor por Dios y fidelidad a Su Palabra. Nuestro deseo es hacer Su voluntad y propagar Su obra. Pero este también es un camino difícil; hemos sido atacados, criticados y hasta mal juzgados. Nuestro trabajo no siempre ha sido reconocido ni valorado, pero eso no tiene importancia porque no lo hacemos para gloriarnos, sino para glorificar a Dios. Me preocupa más dar mal testimonio o que alguien crea que nuestros principios cristianos han cambiado.
Hace poco estuve en la fiesta de un familiar muy cercano, tan cercano que algunos podrían imaginarse que fui yo quien planeó su fiesta, pero no fue así. Esa era una fiesta muy importante para nosotros y requeríamos estar presentes para manifestarles a nuestros seres queridos nuestro amor y que nos gozábamos en su unión. La ceremonia estuvo preciosa, la Palabra de Dios llenó no solo nuestros oídos, sino también nuestros corazones y nos bendijo. En el salón de eventos, todo estaba de lujo en cuanto a los detalles y los invitados fueron mi familia sanguínea, mi familia espiritual más cercana y los amigos de la pareja. Hasta las 12 de la noche disfrutamos una agradable velada, pero después entró la música secular y se me acabó el encanto. La mayoría de los hermanos cristianos se despidieron, eso era comprensible, nosotros hacemos lo mismo cuando asistimos a fiestas no cristianas. Estamos un tiempo con ellos para hacerles presentes nuestro cariño y nos retiramos. Agradezco mucho a mis hermanos en Cristo que asistieran, así nos manifestaron su amor y eso fue para nosotros, un aliciente muy preciado en esos momentos, y también le doy gracias a Dios porque fueron fieles a sus principios.
Uno que otro pudo pensar que no éramos tan cristianos por permitir una fiesta como esa, pero no es así. Nuestro primera norma en Dios es el amor y sobre todo a la familia, así que permanecimos allí hasta el final para demostrarles a los muchachos cuanto los amamos y cuanto nos importan, pero no participamos ni del baile, ni de la bebida, porque creemos firmemente que lo santo con lo profano no debe mezclarse, ya que la amistad con las cosas del mundo es enemistad con Dios (1 Juan 2: 15-17).
Nosotros podemos hablarles de Cristo a nuestro seres queridos, podemos recomendarles y hasta exhortarles en cuanto a lo que les conviene y lo que es agradable a Dios. Pero cuando eres una persona adulta usas tu libre albedrio y cada uno elige que hacer, que ponerse y como vivir, y nosotros como el Señor, debemos respetar sus decisiones, pero orar mucho por ellos para que Dios los ilumine. Ellos pretendieron simplemente complacer a todos. Dios está obrando en ellos y sé que con el tiempo al conocer más a Cristo serán cautivados y transformados totalmente y que nada ni nadie podrá influenciarlos más que el amor de nuestro Señor Jesucristo.
Marisa Valle
En estos años El me ha enseñado muchas cosas por medio de predicaciones, estudios, actividades en la iglesia y mis tiempos devocionales con El. No soy perfecta, me equivoco y tengo mis debilidades, creo que hasta soy un tanto legalista, pero Dios está trabajando conmigo y sé que un día, cuando lo vea cara a cara, El transformará mi cuerpo mortal en un cuerpo glorificado para vivir en Su Presencia.
Mi esposo y yo tenemos un ministerio activo de muchos años en nuestra iglesia, hemos educado a nuestros hijos en el temor de Dios. Procuramos dar testimonio al mundo de nuestro amor por Dios y fidelidad a Su Palabra. Nuestro deseo es hacer Su voluntad y propagar Su obra. Pero este también es un camino difícil; hemos sido atacados, criticados y hasta mal juzgados. Nuestro trabajo no siempre ha sido reconocido ni valorado, pero eso no tiene importancia porque no lo hacemos para gloriarnos, sino para glorificar a Dios. Me preocupa más dar mal testimonio o que alguien crea que nuestros principios cristianos han cambiado.
Hace poco estuve en la fiesta de un familiar muy cercano, tan cercano que algunos podrían imaginarse que fui yo quien planeó su fiesta, pero no fue así. Esa era una fiesta muy importante para nosotros y requeríamos estar presentes para manifestarles a nuestros seres queridos nuestro amor y que nos gozábamos en su unión. La ceremonia estuvo preciosa, la Palabra de Dios llenó no solo nuestros oídos, sino también nuestros corazones y nos bendijo. En el salón de eventos, todo estaba de lujo en cuanto a los detalles y los invitados fueron mi familia sanguínea, mi familia espiritual más cercana y los amigos de la pareja. Hasta las 12 de la noche disfrutamos una agradable velada, pero después entró la música secular y se me acabó el encanto. La mayoría de los hermanos cristianos se despidieron, eso era comprensible, nosotros hacemos lo mismo cuando asistimos a fiestas no cristianas. Estamos un tiempo con ellos para hacerles presentes nuestro cariño y nos retiramos. Agradezco mucho a mis hermanos en Cristo que asistieran, así nos manifestaron su amor y eso fue para nosotros, un aliciente muy preciado en esos momentos, y también le doy gracias a Dios porque fueron fieles a sus principios.
Uno que otro pudo pensar que no éramos tan cristianos por permitir una fiesta como esa, pero no es así. Nuestro primera norma en Dios es el amor y sobre todo a la familia, así que permanecimos allí hasta el final para demostrarles a los muchachos cuanto los amamos y cuanto nos importan, pero no participamos ni del baile, ni de la bebida, porque creemos firmemente que lo santo con lo profano no debe mezclarse, ya que la amistad con las cosas del mundo es enemistad con Dios (1 Juan 2: 15-17).
Nosotros podemos hablarles de Cristo a nuestro seres queridos, podemos recomendarles y hasta exhortarles en cuanto a lo que les conviene y lo que es agradable a Dios. Pero cuando eres una persona adulta usas tu libre albedrio y cada uno elige que hacer, que ponerse y como vivir, y nosotros como el Señor, debemos respetar sus decisiones, pero orar mucho por ellos para que Dios los ilumine. Ellos pretendieron simplemente complacer a todos. Dios está obrando en ellos y sé que con el tiempo al conocer más a Cristo serán cautivados y transformados totalmente y que nada ni nadie podrá influenciarlos más que el amor de nuestro Señor Jesucristo.
Marisa Valle
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